lunes, 15 de junio de 2009

Sublevación indigena en Perú y el Estado

A raudales llueven hoy las noticias sobre las revueltas protagonizadas por los pueblos amazónicos en el altiplano de Perú. El estallido de las protestas, que por momentos se han destapado de intensa violencia, se debe a la promoción de una serie de decretos legislativos por parte del gobierno de Alan García.

No es objeto de esta reflexión la narrativa de los acontecimientos ni mucho menos el desarrollo de un jucio moral, el cual, a su vez, se puede intuír extremo en función de las concepciones individuales e ideológicas.

En este momento lo que me interesa resaltar es un aspecto que ha sido ignorado, descuidado y omitido desde los distintos puntos de vista y medios de comunicación.
Parece que sólo a mi me llama poderosamente la atención que dos personas, a modo de simplificación del conflicto, tales como Alberto Pizango y Alan García sean portadores de la misma nacionalidad.

Evidentemente en el seno de una estructura estatal, bien sea voluntariamente o bien mendiante la opresión de pueblos y nacionalidades, cabe una amplia diversidad de culturas, razas, idiomas, concepciones o religiones.
Pero resulta también claro que en los libros las nacionalidades y los Estados se constituyen en base a determinadas características raciales, etnicas, culturales, de parentecsco social, o comunal...

El único nexo evidente, al menos desde mi punto de vista inexperto y errático, entre estas dos personas, entre estos dos pueblos, entre estas dos concepciones del mundo tan profundamente polarizadas, el único lugar común parece la geografía pólitica.

Porque los intereses del criollo acomodado traspasan claramente el umbral del clásico conflicto entre propietarios y desposeídos, lo traspasa porque no hablan el mismo idioma, porque no comparten ningún ápice de cultura común, porque étnicamente son como la noche y el día.

Se vence claramente la frontera de lo común porque Pizango cree que la selva es su madre y su génesis, y García piensa que la selva es un enorme pozo de petróleo, gas y madera que hay que exprimir como una naranja.

Lo que no unió la naturaleza, lo que no unió la voluntad de los pueblos, lo que no unió la cooperación, lo une el Estado.
Lo que separa la explotación y el conflicto, lo que divide la cultura y las costumbres, la fractura entre blancos e indios; todo eso, lo homogeniza como por arte de magia el estado. Como si por trazar una linea política - siempre arbitraria- se esfumaran de un plumazo tantos siglos de incmprensión y barbarie colonial.

Cualquiera puede darse cuenta de lo contradictorio, absurdo y profundamente conflictivo que es la situación de que haya tipos como Alan García que puedan legislar y legislen para tipos como Alberto Pizango. Esta situación es una mecha, un polvorín condenado al estallido más brutal.
Y en esas estamos.

5 comentarios:

  1. No pretendo que no se sienta apego por la tierra y la zona en la que habites. Eso es imposible.
    Pero ese sentimiento de pertenencia a una determinada zona no derive en un sentimiento irracional que provoque la disgregación del ser humano.

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  2. hola no encuentro en esta maldita pagina nada

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